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Matteo Baccanoctubre 2, 2025 6 min read

El mundo de la programación ha cambiado y, con él, la forma de convertirse en programador.

Carreras tech
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Todavía recuerdo cuando decidí que quería ser programador: era 1985, sonaba “The Wild Boys” de Duran Duran en la radio, y tenía que tomar una decisión importante: “¿ordenador o motillo?”.

A los 14 años no es nada fácil: por un lado, podías hacer lo que en tu cabeza parecía la evolución lógica de un chaval al que le molaba la matemática, o sea, meterte en la informática y hacer lo que películas como War Games enseñaban como algo que cualquier chico podía intentar; por otro lado, podías comprarte un motillo, salir a toda pastilla por las calles, ir a donde te diera la gana y ligar con las chicas sin parecer el típico friki.

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¿Y si el eslabón débil de la programación fuera el propio programador?

Matteo Baccan

Matteo Baccan

Carreras tech

Todavía recuerdo la decisión como si fuera ayer: difícil, tortuosa, pensada durante meses, pero tomada como todas las mejores decisiones de mi vida: de golpe, al corazón, casi al azar.

Ganó el ordenador.

Después de meses de insistir, y de convencer incluso a mis padres de que no había marcha atrás, arrastré a mi padre a comprarlo.

Mi padre conocía a un tipo que tenía una “tienda Olivetti”, que en los 80 era como estar en el epicentro del mundo informático, y la primera propuesta fue un “Olivetti Prodest”.

Yo era joven, no tenía ni idea de lo que significaba programar, pero algo tenía claro: el Prodest era una mala elección. Todos tenían un Commodore 64, ¿yo tenía que tener un Prodest?

Pasaron varios días de negociaciones para convencer a todos de que el Prodest no tenía futuro. “El Commodore sí, ese era el ordenador del futuro”.

Con el tiempo entiendo que era una afirmación bastante absurda: no tenía ningún dato que la respaldara, solo los anuncios pegajosos de la época.

No recuerdo el día que lo compramos, solo la alegría de montarlo: conectarlo a la corriente y a un monitor, que en realidad era un televisor viejo en blanco y negro.

El primer día me quedé destrozado: me habían dado un juego de regalo y pasé toda la tarde jugando.

Pensé que dormiría bien, pero esa noche no pegué ojo, una mezcla de alegría, euforia y decepción. A esa edad, siempre hay más dudas que certezas: ¿por qué había perdido la tarde jugando, cuando quería ser “programador”? Ni siquiera sabía bien qué significaba, pero estaba seguro de que no era jugar: tenía que ser algo distinto.

Los días siguientes me leí el manual varias veces: un cuaderno de anillas, tamaño A5, con la portada rayada y el logo de Commodore. Creo que todavía recuerdo el olor del papel… aunque quizá sea solo un truco de la memoria.

Ahí empezaron años de errores, intentos, supuestos éxitos y fracasos.

De lenguaje en lenguaje, de ordenador en ordenador, de sistema operativo en sistema operativo, de librería en librería, de framework en framework.

Un viaje de décadas, en el que cada día aprendía algo nuevo y entendía que nunca se deja de aprender.

Pero eso ya es pasado, un pasado romántico que no volverá: hoy programar es algo distinto.


Convertirse en programador hoy

Hoy ser programador ha perdido un poco de ese encanto que tenía en los 80 y 90.

Antes, aprender un lenguaje significaba tener un trabajo asegurado; hoy, solo significa tener una herramienta para resolver parte de un problema.

Un lenguaje ya no es la meta, solo el primer peldaño de un camino que no termina nunca.

Eso frena a muchos jóvenes, los expone a retos que antes no existían y los mete en un mundo donde a menudo se sienten inadecuados, con miedo de no estar a la altura.


El dilema de las opciones y la ansiedad por rendir

Hoy un aspirante a programador no tiene que elegir entre un ordenador o un motillo, sino entre decenas de lenguajes, cientos de frameworks y un sinfín de carreras: frontend, backend, mobile, data science, IA, DevOps… y cada día aparece un acrónimo nuevo que te hace sentir perdido: DevSecOps, FinOps… y así hasta el infinito.

Como dice Barry Schwartz en The Paradox of Choice (2004), el exceso de opciones puede paralizar y frustrar. En programación se nota mucho: según el Stack Overflow Developer Survey, hay más de 80 lenguajes activos, con nuevos frameworks que aparecen todo el tiempo.

Tanta abundancia deja de ser riqueza y empieza a sentirse como presión: cualquier camino que elijas, hay riesgo de acabar en un nicho poco valorado.

Por eso es importante alejarse un poco de lo técnico y enfocarse en la capacidad de resolver problemas, algo transversal que ayuda a superar el dilema del “mejor lenguaje”.

Para los que teníamos un mechón en la frente en los 80, la pregunta era “¿cómo hago que este sprite se mueva?”, luego pasó a “¿qué tecnología me garantiza trabajo los próximos 5 años?” y ahora es “¿cómo me mantengo al día en un mundo que no para de cambiar?”.

Si eso no fuera suficiente, están las comunidades online: si antes solo comparabas con unos amigos o leías revistas, hoy GitHub, LinkedIn o Twitter muestran constantemente el trabajo de miles de desarrolladores, alimentando la síndrome del impostor.

Muchos profesionales de IT la sienten al menos una vez; los programadores aún más, por la naturaleza pública y colaborativa de su trabajo.

Siempre parece que vas un paso atrás: lees algo, piensas en probarlo y, de repente, desde algún suburbio de Pekín, un equipo crea una herramienta que promete revolucionar todo, y tú, pobre programador que todavía recibe algún que otro comentario, te sientes obsoleto.


El impacto de la Inteligencia Artificial

Como si fuera poco, la llegada de herramientas de IA como GitHub Copilot, ChatGPT, Gemini o Claude está cambiando las reglas.

Pueden acelerar el desarrollo y ayudar a superar obstáculos, pero también pueden crear una generación que sabe “preguntar” pero no “hacer”. Se aprende a usar la herramienta, no a resolver problemas desde cero.

Según el informe State of AI, casi todos los desarrolladores en EE. UU. usan IA para programar, pero solo unos pocos entienden realmente cómo generan soluciones.

Las IA se han vuelto compañeras de trabajo diarias, imprescindibles… pero a medida que evolucionan, se nota que el programador corre riesgo de perderse en el mar de código, aumentando la sensación de inadecuación.

Aun así, Bill Gates dice:

“Programming will remain a 100% human profession, even a century from now.”

Así que podemos dormir tranquilos… más o menos.


Qué queda (y qué hace falta) para no perderse

A pesar de todo, el corazón de la programación no ha cambiado: no es el lenguaje, ni el framework, ni la IA.

Sigue siendo la curiosidad, las ganas de entender, inventar algo nuevo sin limitarse a repetir lo aprendido.

Por ejemplo, BitChat, una app de mensajería descentralizada, necesitó entender redes y criptografía. Su núcleo se escribió con IA en un fin de semana, pero sin un humano detrás, ninguna IA habría podido imaginarlo por sí sola.

Descomponer un problema en partes pequeñas sigue siendo un arte que las IA aún no dominan, fruto de años de experiencia que intentamos emular día a día.

La perseverancia ante un bug imposible también sigue siendo humana: un programador lo enfrenta, reflexiona, estudia y vuelve a intentarlo hasta que encuentra la solución. Las IA solo aplican fuerza bruta… y no siempre es suficiente.

Quizá el verdadero reto hoy no sea aprender la última tecnología, sino gestionar el ruido: elegir un camino y seguirlo sin distraerse con lo nuevo por moda.

Los nuevos instrumentos son ayudas, no atajos para no pensar. Hay que dominarlos para sacarles el máximo partido.

Para ser programador hoy, primero hay que ser como aquel chaval de 1985: concentrado en un objetivo, curioso por ver qué hay dentro de la “caja” y dispuesto a leer el manual… aunque hoy ese manual ocupe todo Internet.

Y volviendo a Bill Gates, esperemos que sus palabras no terminen siendo un meme como aquel:

“¡640K deberían ser suficientes para cualquiera!”

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Tags:ChatGPT

Matteo Baccan
Matteo Baccan es un ingeniero de software y formador profesional con más de 30 años de experiencia en la industria de la tecnología de la información. Ha trabajado para varias empresas y organizaciones, ocupándose del diseño, desarrollo, pruebas y gestión de aplicaciones web y de escritorio, utilizando diversos lenguajes y tecnologías. También es un apasionado educador en informática, autor de numerosos artículos, libros y cursos en línea dirigidos a todos los niveles de experiencia. Administra un sitio web y un canal de YouTube donde comparte tutoriales en video, entrevistas, reseñas y consejos de programación. Activo en comunidades de código abierto,…
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